Literatura de Bolivia

Los pueblos de Bolivia cuentan con una rica tradición oral, manifestada en mitos, leyendas, cuentos, etc., que por desatención, aún no han sido puestos en el papel. La población boliviana, compuesta en su mayoría por indígenas y mestizos, ha enriquecido la literatura nacional con diversos matices, criollos o de otra índole, para convertirla en lo que apreciamos en la actualidad: una literatura muy rica, oriunda de las tierras bajas (Amazonia), de los valles y de los Andes bolivianos. La constante agitación política que ha vivido Bolivia a lo largo de su historia (revoluciones, golpes de estado, dictaduras, guerras civiles, guerras con países vecinos) ha perjudicado el desarrollo intelectual del país. Muchos talentos tuvieron que emigrar o fueron ahogados por la convulsión interna. Sin embargo, en los últimos años la literatura de Bolivia se encuentra en un proceso de crecimiento, añadiéndose a los nombres canónicos como Adela Zamudio, Óscar Alfaro y Franz Tamayo, otros de autores recientes.

Historia


Pre Colonial

Los incas llegaron a desarrollar los quipus que eran un sistema mnemotécnico de cuerdas y nudos de lana o algodón utilizados para el registro de la contabilidad y los acontecimientos más importantes. En cambio, carecieron del lenguaje escrito, y cuanto se conoce y sabe de ellos es lo que los cronistas españoles reprodujeron en sus escritos como recogido directamente de la transmisión oral de los incas, curacas, generales y amautas, no solamente en lo relativo al sistema político-social, culto, tradiciones, cultura, etc., de los antiguos pobladores del lago y el altiplano, como los "Antis" y otras culturas sumergidas en el enigma como la Tiahuanacota.

De la literatura quechua solo existen hermosas canciones y leyendas orales, poesías, himnos religiosos y relatos heroicos.

La Poesía Lirica de los Quechuas iba acompañada de música, lo que equivale a decir que era cantada. La preocupación de sus sacerdotes y de sus poetas iba encaminada a rendir homenaje a los dioses, se le cantaba en las siembras, en la paz y en la guerra, en la sequia y en la fiesta anual.

  Adela Zamudio, una de las principales figuras de la literatura boliviana.

En el periodo colonial se destacaron escritores como Antonio de la Calancha y Vicente Pazos Kanki, mientras que a inicios de la vida republicana sobresale Juan Wallparrimachi. Durante buena parte del siglo XIX, el historiador Gabriel René Moreno es el principal referente de las letras bolivianas.

Las primeras obras literarias bolivianas aparecen a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX con autores como Nataniel Aguirre, Ricardo Jaimes Freyre, Alcides Arguedas, Franz Tamayo, Gregorio Reynolds, Jaime Mendoza y Armando Chirveches. Durante la primera mitad del siglo XX se destacan además Adela Zamudio, Lindaura Anzoategui Campero, Demetrio Canelas, Abel Alarcón, Tristán Marof, Enrique Finot, Javier del Granado, entre otros.

Durante la segunda mitad del siglo XX se acentúan las obras literarias nacionalistas, desta
cándose escritores como Augusto Céspedes,Carlos Medinaceli, Antonio Díaz Villamil, Óscar Alfaro, Raúl Botelho Gosálvez, Joaquín Aguirre Lavayén, entre otros. Por otra parte, se consagran escritores que marcan una nueva manera de hacer literatura universal en Bolivia como Jaime Sáenz, Óscar Cerruto, Julio de la Vega, Jesús Urzagasti, Jesús Lara, Renato Prada Oropeza, Eduardo Mitre, Pedro Shimose, Néstor Taboada Terán, Gastón Suárez, entre otros.

Dentro del panorama literario contemporáneo se destacan escritores de distintos géneros, muchos de ellos impulsados por el Premio Nacional de Novela creado en 1998. Gonzalo Lema, Edmundo Paz Soldán, Wolfango Montes, Cé Mendizábal, Ramón Rocha Monroy, Homero Carvalho, Juan de Recacoechea, Víctor Montoya, Adolfo Cárdenas, Giovanna Rivero, Wilmer Urrelo, Rodrigo Hasbún, Víctor Hugo Viscarra, Claudio Ferrufino-Coqueugniot, Sebastián Antezana son los principales referentes.

Escritores


• Nataniel Aguirre

• Óscar Alfaro

• Víctor Hugo Arévalo Jordán

• Alcides Arguedas

• Alcira Cardona Torrico

• Luciano Durán Boger

• Óscar Cerruto

• Armando Chirveches

• Adolfo Costa Du Rels

• Gary Daher Canedo

• Antonio Díaz Villamil

• Javier del Granado

• Ricardo Jaimes Freyre

• Raul Otero Reiche

• Jesús Lara

• Juan Claudio Lechín

• Porfirio Diaz Machicao

• Carlos Medinaceli

• Blanca Wiethüchter

• Jaime Mendoza

• Víctor Montoya

• Sergio Suárez Figueroa

• Gustavo Adolfo Navarro

• Enrique Finot

• Gabriel René Moreno

• María Josefa Mujia

• Gustavo Adolfo Navarro

• Gustavo Adolfo Otero

• Natalia Palacios

• Augusto Céspedes

• Manuel Rigoberto Paredes

• Renato Prada Oropeza

• Fausto Reinaga

• Jaime Sáenz

• Pedro Shimose

• Gastón Suárez

• Franz Tamayo

• Isabel Mesa de Inchauste

• Adela Zamudio

• Manuel Vargas

• Marcelo Quiroga Santa Cruz

• Edmundo Paz Soldán


Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_de_Bolivia


Enlaces externos relacionados con este espacio:

Libreria boliviana

Historia de la literatura de Bolivia

Sololiteratura.com


Véase también:


Ahora escuchemos una composición poética de un gran poeta boliviano, el tarijeño Nilo Soruco:


Por último, veamos otra muestra de la lírica boliviana:






Boquerón: Camposanto boliviano en el Paraguay

Boquerón: El museo del valor

Por: Ivar Méndez

Foto: Ivar Méndez – El ingreso y el interior de la llamada Tuca de Marzana.


“Tengo el convencimiento de que generaciones futuras de Bolivia sabrán aquilatar en su justo valor la inmolación de los soldados que en defensa espartana del solar patrio dejaron a la posteridad un ejemplo, una enseñanza más y el recuerdo de un episodio que lo reconocen todos”

General Marzana

Paraguay mantiene un lugar en el Chaco que habla del heroísmo boliviano

El intenso calor me golpea como una bofetada al abrir la puerta del vehículo. El sol refleja una mezcla de ocres y verdes intensos. Me bajo y al pisar la tierra seca y arcillosa un torrente de emociones fluye del panorama que se aglomera en mi mente. Me encuentro en Boquerón, en el corazón del Chaco Boreal, en el infierno verde. Durante el viaje de más de 600 kilómetros desde Asunción por la carretera Transchaco, que es tan recta como una regla, las voces de mis difuntos abuelos Gustavo y Alberto, excombatientes de la Guerra del Chaco, vuelven a mi memoria.

De niño escuché historias de la guerra contadas con mucha emoción por mis abuelos, y sobre todo del Fortín Boquerón y los acontecimientos que ocurrieron en la tierra en la que ahora camino. Conseguir transporte de Asunción a Boquerón no es fácil, nadie va allí y menos los bolivianos. En las agencias de viajes de la capital de Paraguay me miran raro cuando pregunto por Boquerón, me dicen que los pocos turistas bolivianos que visitan Paraguay nunca mencionan el Chaco, menos Boquerón; todos quieren ir a Ciudad del Este o a las Cataratas del Iguazú. Esto es sólo un reflejo de la inconsecuencia, en la mente y conciencia del boliviano moderno, respecto de uno de los episodios más trágicos y a la vez más heroicos de la historia de Bolivia.

Que lástima que las palabras del teniente coronel Manuel Marzana, heroico protagonista del drama de Boquerón, se desintegren en el olvido de sus compatriotas: “Tengo el convencimiento de que generaciones futuras de Bolivia sabrán aquilatar en su justo valor la inmolación de los soldados que en defensa espartana del solar patrio dejaron a la posteridad un ejemplo, una enseñanza más y el recuerdo de un episodio que lo reconocen todos”.

El Fortín Boquerón es hoy un museo establecido por el gobierno paraguayo para conmemorar la victoria de ese país en la toma del 29 de septiembre de 1932, luego de cruentos y sangrientos combates, donde una fuerza de 15.000 combatientes paraguayos se enfrentaron a 619 defensores bolivianos que resistieron un cerco de acero y fuego por 21 días. La Batalla de Boquerón es comparada con la épica Batalla de Termópilas del 480 aC, donde una reducida fuerza de griegos enfrentó a un inmenso ejército persa en desigual proporción de 1 a 40, deteniendo su avasallador avance por siete días. Boquerón como Termópilas son lecciones universales de valor y heroísmo en las cuales un grupo de hombres se sacrifican por un ideal superior de patriotismo, pese a saber que su posición está perdida.

El encargado del museo, José, se sorprende al saber que soy de Bolivia. En sus cuatro años de servicio no recuerda a ningún visitante boliviano. En realidad, son pocos los visitantes paraguayos, me dice al ofrecerse como guía. El calor se intensifica y los mosquitos atacan toda piel descubierta con un zumbido ensordecedor. José viste shorts; “no me pican”, dice con la naturalidad del guaraní acostumbrado a este ambiente hostil. Yo doy gracias por la eficacia del repelente y pienso en la universalidad de los mosquitos que no tienen nacionalidad y no obedecen a las artificiales restricciones geográficas impuestas por el hombre.

José me muestra lo que queda de las trincheras bolivianas emplazadas en el perímetro de protección del fortín. Los defensores de Boquerón, la mayoría integrantes del Regimiento Campos 6 de Infantería, bajo las órdenes de Marzana, eran competentes soldados y oficiales con meses y en algunos casos años de aclimatación al Chaco. Se podía decir que la competencia de los oficiales tenía una relación inversa con la distancia de los puestos de retaguardia. Los oficiales del destacamento “Marzana” se distinguían por su capacidad e integridad. Las fortificaciones fueron estratégicamente concebidas y muy bien construidas. Los mayores Germán Jordán y Alfredo Santalla, que tenían experiencia en la construcción de trincheras, dirigieron las obras. Se creó un campo de tiro, despejando la vegetación en un perímetro de un kilómetro alrededor de las fortificaciones. Las trincheras se hicieron “en redondo”, con nidos de ametralladoras en plataformas denominadas chapapas, en tal forma que el enemigo estaba expuesto a fuego cruzado en el campo de tiro. Hasta se usaron los abultados árboles de toborochi para emplazar puestos de francotiradores. Se abrieron refugios semisubterráneos en áreas estratégicas y fosos de lobo que eran zanjas con estacas diseñadas para retardar el avance enemigo. Todo esto fue elemento clave para la defensa.

Al caminar por las trincheras me imagino a los soldados del fortín agazapados en sus puestos de combate, agobiados por la sed, el calor y los mosquitos. Sus manos firmemente puestas en sus armas, sus mentes y espíritus transportándolos a sus hogares, sus pueblos, sus ciudades, recordando a sus seres queridos, sus vidas antes del Chaco. Veo a Marzana visitando las trincheras, dando ánimo a sus tropas, invitándoles cigarrillos, preparándolos para el bautizo de fuego. Transpiro profusamente; estudios fisiológicos han determinado que en el Chaco Boreal un hombre necesita por lo menos 10 litros de agua al día para prevenir la deshidratación. Bebo un prolongado y restaurador trago de agua y me estremece el imaginar la imposible situación de los defensores de Boquerón.

Las órdenes de Marzana son terminantes. El Comando N° 368 el 25 de agosto de 1932 manda: “No abandonar Boquerón de ninguna manera, prefiriendo morir en su defensa antes que dar retirada. Quebrantar ofensiva paraguaya para desmoralizar al enemigo y, sobre todo, dar desmentido ante América propaganda paraguaya hecha en sentido incapacidad de nuestras tropas”. Marzana se da cuenta de la incompetencia del comando militar y su fatal desconexión con la realidad en el frente. El fortín es una isla en medio de un mar de tropas paraguayas. Bolivia no tiene una estrategia para salvar Boquerón y menos para continuar la guerra; la orden es una condena a muerte.

El 9 de septiembre la tierra tiembla, el cielo se enciende de fuego y ruge ensordecedora la artillería paraguaya, el ataque a Boquerón ha empezado con toda la furia y deshumanización de la guerra. Los defensores rechazan una y otra vez ataques frontales de la infantería paraguaya con letal eficacia. Los cuerpos de los caídos se acumulan frente a las trincheras bolivianas sembrando el “campo de tiro” de dolor y muerte, los gemidos de los heridos y el fétido olor a la muerte permean el fortín. El triste saldo de la batalla de Boquerón es de 2.800 muertos y 5.500 heridos paraguayos, 150 muertos y 100 heridos bolivianos.



El camposanto

José me muestra el cementerio; una enorme cruz patriarcal domina el campo sembrado de pequeñas cruces blancas erosionadas por el tiempo. Un sentimiento de melancolía invade mi espíritu al leer un letrero clavado al tronco de un árbol que anuncia en letras color sangre “Cementerio boliviano”

Mi guía señala un promontorio de tierra roja; “es la Tuca de Marzana”, me dice con un tono animado. La tuca o escondrijo es un refugio semisubterráneo construido de barro y troncos de quebracho donde Marzana tenía su puesto de comando. Según José, la tuca es original y no ha sido restaurada, me asombra su sólida construcción que resistió la artillería paraguaya y los embates del tiempo. Me dirijo a la entrada, mis ojos tardan unos segundos en acomodarse a la oscuridad y en el silencio escucho voces; me imagino a Marzana rodeado de sus oficiales y estafetas dando órdenes, analizando su imposible situación, esforzándose por prolongar lo inevitable. Dos veces aviones bolivianos habían dejado caer mensajes del comando supremo pidiendo que “se sostengan diez días más”, que “el alimento moral bien puede compensar las privaciones físicas”. Cómo comunicar estas proclamas a sus tropas diezmadas por el agotamiento, la sed, el hambre, los mosquitos y el fuego paraguayo. Cómo hablar de “alimento moral” a los que ven su heridas llenas de gusanos y gangrena, pudriéndose en vida.

Sólo dos veces se rompe el cerco infernal; el 12 de septiembre 40 hombres del regimiento Loa, bajo el mando del legendario capitán Víctor Ustárez, ingresan al fortín elevando considerablemente la moral de la tropa. El valeroso Ustárez, también conocido como el Charata Ustárez, es un explorador del Chaco, domina el guaraní, los pilas tiemblan al escuchar su nombre. Se dice que se escabulle tras las líneas paraguayas se confunde en ellas y hasta toma su rancho dejando en las paredes de los pahuichis mensajes insultantes. Cuatro días después de su hazaña, el Charata es abatido en una emboscada al intentar romper el cerco nuevamente para salir del fortín. Sus conocimientos del terreno, las lenguas chaqueñas y su valentía son irreemplazables. El 17 de septiembre se abre nuevamente una brecha en el cerco, el destacamento del teniente coronel Wálter Méndez logra introducir ocho cajas de municiones, comida y tres ametralladoras. En el combate se distinguen Méndez y Germán Busch junto con otros valientes integrantes de su regimiento. El corredor dura tan sólo unas horas; por instrucciones superiores y el intenso fuego enemigo la columna de Méndez se retira dejando que el cerco de muerte se cierre para no volver a abrirse. La falla del comando militar boliviano de no mantener viable el corredor que tan sacrificadamente había abierto la columna de Méndez para reabastecer el fortín de hombres y pertrechos, sella para siempre la suerte de Boquerón.

Un camión aguatero, reliquia de Boquerón, parece dormitar el olvido de los años. Apoyo mi mano sobre su desvencijado capote que ha adquirido con el tiempo una pátina cálida verde-ladrillo. Pienso en la sed de los combatientes, en lo precioso del agua en este calor infernal y en la posición estratégica de Boquerón con una laguna de agua fresca. Ésta no sirvió de mucho a los héroes de Boquerón porque sus aguas se contaminaron por los cadáveres en descomposición fruto de los cruentos encuentros. José me muestra la laguna, casi cubierta de plantas acuáticas, me aproximo a su orilla y empapo mi mano en sus aguas. Me siento privilegiado de conocer Boquerón, donde la valentía y la integridad de mis compatriotas marcaron un hito de heroísmo único en la historia de Bolivia. Los rostros de mis abuelos Gustavo y Alberto vuelven a mi memoria, me parece que sonríen con tristeza, sé que les hubiera gustado que esté aquí.

Los defensores de Boquerón han rechazado el ataque sostenido de una fuerza paraguaya inmensamente superior durante 21 días, se han agotado las municiones, la comida, el agua y las medicinas. El 28 de septiembre, Marzana manda: “No habiéndose recibido del Alto Comando ninguna orden que haga variar la situación del Destacamento, los oficiales y soldados se mantendrán en sus puestos de combate hasta el último sacrificio. En el asalto final se defenderá a todo trance a los heridos y enfermos. Jefes, oficiales y soldados del Destacamento ¡Subordinación y constancia!”. Marzana y sus hombres saben que todo está perdido, han sido abandonados por sus superiores y aun así están dispuestos a quemar el último cartucho por Bolivia. El 29 de septiembre cae Boquerón, 9.000 paraguayos ocupan el fortín, el comandante paraguayo de la Primera División del Ejército, coronel Carlos J. Fernández, no puede creer lo que encuentra: 240 escuálidos hombres y 250 heridos y muertos. Fernández no admite que una fuerza tan reducida haya podido frenar en seco el avance de su ejército de 15.000 hombres. Manda a recontar los cadáveres: la epopeya heroica boliviana es clara, la defensa de Boquerón es un hito de heroísmo y valentía protagonizada por un puñado de hombres que defendieron su patria hasta el último sacrificio.

Me despido de José, ha sido un buen guía, me dice que se alegra haber conocido a un boliviano y que yo haya visitado el fortín, le doy una propina, estrecho su mano y veo en sus ojos a un hermano. Me imagino a combatientes bolivianos y paraguayos estrechándose las manos al mediodía del 14 de junio de 1935 cuando las armas callaron en el infierno verde. El saldo trágico de la guerra fue de 57.000 bajas bolivianas y 43.000 paraguayas. Bolivia perdió 52.000 km2 del Chaco Boreal. Me alejo de Boquerón, el metálico monumento en homenaje al soldado paraguayo resplandece bajo el sol, el Pahuichi restaurado de la Comandancia del fortín se vuelve más pequeño y doy una última mirada a Boquerón, sé que nunca volveré. Saco de mi bolsillo un pequeño trozo de corteza de árbol que desprendí de uno de los quebrachos de la Tuca de Marzana, pienso en el valiente Marzana, en los defensores de Boquerón, en mis abuelos, en Bolivia. Un sentimiento de esperanza se va formando en mi espíritu, he aprendido mucho de la epopeya de Boquerón.

Fuente: La Razón



¿Extraterrestres en el Salar de Uyuni?

Sin duda los Ovnis parecen tener como espacio aéreo favorito para hacerse ver aquel que se encuentra sobre los Estados Unidos, principalmente regiones alejadas de los centros urbanos donde únicamente es posible encontrar borrachos o viajeros insomnes. Pero a pesar de que sea allí dónde se asuma que todas las naves extraterrestres han llegado, no podemos sino observar que otros países también dicen reportar encuentros extraterrestres. En Bolivia no es raro iluminar los cielos y los espacios más oscuros de nuestra historia con narraciones de contactos alienígenas, que quizás no lleguen al nivel cinematográfico de aquellos de Spilberg, pero significan nuestro propio contacto con las estrellas.


El Periodista y el astronauta

Algo tendrá Bolivia y su historia llena de misterios que le da cierto nivel de credibilidad a las historias de extraterrestres narradas desde esta geografía.

Hace unos meses se publicó la novela EL SALAR DE MARAVILLA, de Eduardo Ascarrunz R. y aunque sabemos que nos enfrentamos a una obra de ficción nada de lo que cuenta suena completamente a ficción. En esta historia, el narrador revela una conversación con el astronauta Buzz Aldrin en 1970 en la que cuenta unos minutos de su viaje a la luna que no se emitieron para el mundo.

Según la obra, que se refiere tanto al ovni como a una serie de visitas posteriores de Aldrin al Salar de Uyuni, los astronautas reportaron al centro de control de la NASA en Houston, Estados Unidos, que una supuesta nave «semiesférica» los escoltaba al llegar a la Luna.

Aquí estamos los tres… ellos están aquí, debajo de nuestra nave… hemos encontrado unos visitantes, dijo Armstrong a Houston, recibiendo como respuesta el pedido de que sea más preciso, relató Aldrin. Se produjo luego el siguiente diálogo, de acuerdo con el testimonio del astronauta:


—Aldrin: Te estoy diciendo que aquí afuera hay otra nave espacial. Ellos están al otro lado del cráter.

—Houston: ¿Ustedes han conseguido filmar?.

—Aldrin: Ningún filme por el momento, las cámaras están fotografiando otros objetivos. Ellos están ahí abajo, están acercándose a la Luna junto a nosotros, viéndonos.

—Houston: ¿Los están viendo?.

—Aldrin: Sí, no estamos solos.


Este breve diálogo obviamente apareció en poco tiempo en todas las páginas y publicaciones de ufología del planeta despertando debates y nuevas acusaciones de ocultar la verdad a la NASA.

Pero el libro continua con la historia del astronauta que viajará al Salar de Uyuni en Bolivia donde descubrirá secretos míticos de Bolivia.